Desde París, donde aún me encuentro, escribo este artículo con la esperanza de haceros partícipes emocionales de cómo estamos aquí.

Quiero escribir desde la capital parisina, no esperar a llegar a Madrid ¿Por qué? Nada parecido a realidades del tipo; hay que ir casi un paso por delante de la actualidad para luego acompañarla… palabrería en este caso. Quiero hacerlo ahora porque tengo una capa en la piel. Un escudo que me hace tomar distancia y creerme, tan solo estos días, que estoy contando cómo se rueda una película. Si espero a llegar a Madrid puede que este post no sea el mismo.

El pasado viernes 13 sonó el despertador a las 7 de la mañana como cualquier otro día. Pero no era un día cualquiera. Era 13 de Noviembre de 2015. Un viernes sangriento más en nuestra historia.

Comenzamos en Madrid un programa especial para informar de lo que se veía que iba a ser una tragedia. Empezamos a las 23.30 horas y creo recordar que terminamos a las 3.00h. Tan solo cuatro horas después ya estábamos en el aeropuerto conscientes de que nos esperaba un reto: ser tus ojos, tu olfato, tus oídos. Informar una vez más del horror, la desesperación, el desconsuelo, la incertidumbre, el miedo…

¡Ay el miedo! Maldito sentimiento que te paraliza, que te clava en un punto y te deja fijo sin que puedas ni siquiera desentumecerte. Ese miedo que no te deja dormir, ése que no sabes reducir hasta un lugar donde puedas mirarlo de frente y hablarle directo. ¡Qué! Esto va de tu, o yo. Y te aseguro que voy a ser yo…

Altares improvisados, boquetes de kalasnikov en las paredes, personas silenciosas que solo ellas saben que piensan y velas. Policías armados custodiando edificios, militares en las calles y flores. Sangre seca, cristales rotos y velas. Llanto, desconcierto, abrazos, y flores y velas. Periodistas, turistas, parisinos y fotos, y rezos, y velas que no quieren apagarse y flores que no quieren marchitarse.

He hecho el mismo recorrido que los terroristas. He estado en Le Petit Camboge y en Le Carrillon. Dos restaurantes que se miraban de frente. Dos restaurantes que hacen esquina y a los que separa un paso de cebra de escasos metros. Y una calle más arriba de Le Petit Camboge, una escuela infantil donde ahora se ha instalado un gabinete psicológico. «No todos los que se acercan a recibir ayuda tienen las mismas necesidades» me decía una psicologa.
Y es en este punto donde te rompes. Los niños preguntan si hay más niños entre los muertos y si un muerto ya no vuelve nunca. ¿Cómo gestionas eso?

¿Cómo le dices a un pequeño que el gatito de Le Petit Camboge ya no va a volver? «Lo mejor es que encuentre usted a ese gato y que no mienta», le decía una psicóloga a una madre desconsolada, «el niño necesita saber que la vida sigue y que la muerte no paraliza»

Vas a cenar a Le Carrillon eliges sentarte al lado de la ventana y… te encuentras con la muerte o ella contigo. Sales una noche a tomar algo a una discoteca te decides por Bataclan y de repente estas escribiendo en Twitter «Qué vengan rápido. Van a por nosotros uno a uno». Tienes entradas para ir a ver el partido de fútbol y ese día, en lugar de llegar tarde, como habitualmente haces, llegas pronto y…

Hemos hecho programas al lado de la discoteca, viendo ese tejado por el que algunos intentaban salir. Hemos estado en el primer homenaje religioso en Notedram. Hemos hablado con la gente y hemos entendido su dolor… ¡Vaya que si lo hemos entendido!… Hace unos años, los desconsolados éramos nosotros. Y ahora también.

Hoy es el primer día laborable tras los atentados. Hoy los turistas esperaban poder entrar en la Torre Eiffel, y lo han hecho. Los militares armados y la policía que custodiaba los alrededores de la Torre y del Monumento a los Inválidos les daban seguridad. La primera consigna que recibieron los trabajadores de la Torre Eiffel después de los atentados fue: no toquéis el ascensor. La consigna de hoy para todos es HAY QUE SEGUIR ADELANTE

Autora: Virginia Areños
Periodista. Productora General en Cadena Cope