Juan Carlos llegó a tener miedo de no poder mantener el apoyo de los Ejércitos «más allá de cuatro años». Así se lo confesó el entonces Príncipe al que fuera embajador estadounidense en Madrid, Wells Stabler, quien trasladó los temores de aquel joven heredero en un cable diplomático enviado en septiembre de 1975 a sus superiores en Washington.

Seis años después, el ya Rey impidió que la noche del 23 de febrero de 1981 la democracia terminase antes de empezar, consiguiendo el respaldo de los generales y almirantes de los tres Ejércitos. Hoy en Madrid, «el primer soldado y marino de España», como le gusta decir al ministro de Defensa, Pedro Morenés, presidirá su último día de las Fuerzas Armadas como capitán general del Ejército de Tierra, del Aire y de la Armada.

Desaparecido Adolfo Suárez y abdicado el Rey, para muchos la transición se ha cerrado definitivamente en España. Un periodo en el que en ocasiones ha pasado desapercibida la importancia del fuerte carácter y disciplina militar del Monarca. Los militares y marinos de entonces acabaron entendiendo que aquel Borbón era uno de los suyos al que había que obedecer. Y lo hicieron.

Las Fuerzas Armadas llegaron a ser más juancarlistas que monárquicas. Juan Carlos había sido el elegido por el dictador para convertirse en su heredero y los mandos militares del bando ganador de la Guerra Civil acataron con disciplina la orden de Francisco Franco. A la mayoría no les gustó aquel joven. Con el tiempo le acabarían respetando y el 23 de febrero el Rey puso a prueba su autoridad, conquistando la legitimidad que le ha acompañado a lo largo de los 39 años de su reinado.

Sería injusto no recordar que entre aquellos marinos y militares que miraban con recelo al Rey, también había mandos con una larga tradición monárquica como Guillermo Quintana Lacaci, asesinado por ETA, y capitán general de Madrid durante el 23-F. Su lealtad a la Corona fue crucial en el fracaso del golpe de Estado.

Quintana Lacaci y el general Manuel Gutiérrez Mellado fueron dos de los militares más cercanos al Monarca en aquellos años convulsos.

Uniforme de faena «Borbón» se ha leído durante años en la placa identificativa de su uniforme de faena. Entre «los suyos», como le gusta decir, el Rey se ha sentido y se siente en su mejor salsa. El viernes anterior al anuncio de su abdicación, en el acto del 250º aniversario de la Academia de Artillería del Ejército de Tierra en Segovia, el centro de formación militar activo más antiguo del mundo, todavía sin las cámaras que le acompañan más que nunca en estos últimos días, el Rey se zampó un plato a rebosar de judiones y a punto estuvo de repetir, mientras departió hora y media con militares de todas las graduaciones.

«Seguramente es el contexto en el que el Monarca siempre se ha sentido más cómodo. Es una persona muy militar en cuanto a formas y maneras, y entre ellos se relaja porque sabe que jamás le traicionarán», asegura un militar que ha trabajado años cerca de Juan Carlos. El Rey juró bandera en diciembre de 1955 y cuatro años después recibió en la academia de Zaragoza los despachos de teniente de Infantería. Tras formarse en las academias de Marín y San Javier, recibió los despachos de alférez de Navío y teniente del Aire.

Algunos militares consultados se atreven a decir con cuál de los tres uniformes se siente más cómodo Juan Carlos: el de la Armada. Por tradición familiar y por su padre el conde de Barcelona, el Rey es un apasionado del mar y de esa «finura y modales» que gastan los hombres y mujeres de la Armada. Aunque también es un excelente piloto y se le ha visto maniobrar vehículos pesados. El siempre se preocupó de mantener la equidistancia y preservar el equilibrio en su relación con los tres Ejércitos. Sus compañeros de promoción se lo agradecieron y con los que todavía quedan el Rey mantiene su compromiso de reunirse para cenar una vez al año.

En su agenda oficial, la Casa del Rey siempre ha mantenido dos visitas a dos unidades de cada uno de los Ejército al año. Una norma que se autoimpuso y que ha cumplido a rajatabla, incluso en estos últimos tiempos de movilidad reducida por las complicaciones en su cadera.

Al Monarca no se le puede atribuir la responsabilidad del proceso de modernización de las Fuerzas Armadas de los últimos años, pero contribuyó decididamente. Juan Carlos fue uno de los defensores de la entrada de España en la OTAN, solo 15 meses después del 23-F. Sabía que la internacionalización de los Ejércitos y su participación en misiones exteriores comportarían la profunda transformación que la sociedad exigía de sus Fuerzas Armadas.

El hijo de Chacón

Todas aquellas decisiones fueron políticas, pero el Rey ha descolgado en más de una ocasión el teléfono para preguntar al ministro de Defensa de turno y a los diferentes jefes de los estados mayores por temas concretos que atañen al ministerio o a las Fuerzas Armadas. Hace años que circula una leyenda que asegura que el Rey es el que nombra a los ministros de Defensa. Cierta o no, su relación ha sido fluida con todos. Aún debe recordar y reírse de la anécdota que en su día le contó la ministra de Defensa Carme Chacón. Un día, en la clase de su hijo Miquel, la profesora les dijo a los pequeños: «Niños, que vienen los reyes». Y el hijo de Chacón se puso firme y a su manera hizo un saludo militar en mitad de la clase. Normal, era lo que había visto en su casa cuando aparecía el Rey.

Juan Carlos quiso celebrar sus 60 años visitando Mostar y Medjugorje (Bosnia-Herzegovina), uno de sus viajes a las misiones más simbólicas de su reinado. Era la primera vez que España participaba en un conflicto bélico de envergadura y muy cerca de casa. En el 2007 visitó a las tropas en Afganistán para felicitarles la Navidad y en todos estos años ha estado muy pendiente de las operaciones en el extranjero y preocupado por sus riesgos. «Nuestra sociedad responderá siempre a vuestra generosidad con su reconocimiento y admiración, como reflejan las encuestas; y yo, como siempre sentiré el orgullo de ser vuestro jefe», dijo en su último discurso de la Pascua Militar.

Se refería a las encuestas del CIS, que sitúan año tras año a las Fuerzas Armadas como una de las instituciones más valoradas, aunque después si se les pregunta a esos mismos españoles si les gustaría que sus hijos fueran militares o marinos, una gran mayoría responde que no. El Monarca comparte la impresión de que ese dato es por culpa del desconocimiento que existe en la sociedad del gran trabajo que dentro y fuera de las fronteras realizan las Fuerzas Armadas. Por eso, siempre que puede pone en valor el trabajo de la familia militar, esa que a día de hoy, nunca le falla.

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Autora: MAYKA NAVARRO

(Artículo publicado en El Periódico de Extremadura el 8/06/14)