En el mundo de la justicia al que pertenezco -o de la injusticia, como diría alguien que conozco-, hay muchas cosas que la ciudadanía da por sentadas. Y si nos fijamos en mi jurisdicción, la penal, todavía más. A nadie con dos dedos de frente se le puede ocurrir pensar que si asesinan a su hijo -Dios no lo quiera-, no va a tener a los mejores profesionales a «su servicio» para, una vez encontrado al autor, se le juzgue y se le condene. Nadie pensará que no se van a poner en marcha todos los mecanismos de que dispone un Estado de Derecho para alcanzar tal fin. Con eficiencia, eficacia y prioridad. Porque es impensable.

¿O acaso alguien piensa que si su hijo es asesinado, su caso va a pasar a ser el 452 del Juzgado de Instrucción número «x» de Madrid? Y no estoy diciendo que en cada Juzgado haya 452 asesinatos. Estoy diciendo que puede haber 452 asuntos. No todos igual de importantes, por supuesto, en el sentido de que no todos se seguirán por delitos tan graves, pero todos hay que sacarlos adelante -yo prefiero decir «lucharlos»- todos hay que lucharlos por igual, o casi. Porque es lo que hacemos, al fin y al cabo lo que hacemos es luchar. Y son muchos los obstáculos, créanme. Y no vendemos pollos precisamente, con todo mi respeto hacia los polleros, que muchos de ustedes saben que lo tengo.

Porque además del asunto de este pobre crío, tenemos a una banda organizada que roba vehículos por todo el territorio nacional, a un grupo de aluniceros, a uno que ha secuestrado a otro niño, o que ha violado a una mujer, o que le ha metido un navajazo a un chaval, o que le ha dado una patada a un policía en el ejercicio de sus funciones, o que iba borracho y se ha estampado contra un bar, que por cierto, tiene dueño. Y es duro decirlo, pero el señor del bar me va a pedir la misma respuesta que nuestro desgraciado padre: justicia. Y así hasta 452.

Cuando los profesionales del Derecho nos quejamos de la falta de medios nos referimos a esto. Quizá no se trata -que también- de sacar en los medios de comunicación y en las redes sociales los archivos de los juzgados de media España para que vean las goteras, la falta de espacio y la suciedad; o los carritos de la compra repletos de procedimientos judiciales (que sí, que trabajamos en papel, es así, superemos eso); o a los funcionarios tramitadores -creo que se hacen llamar oficiales- con cara de pasa, acumulando expedientes encima de su mesa y notificando las resoluciones por fax (sí, por fax, herramienta esencial en todo juzgado que se precie. El fax y la grapadora. ¿Qué pasa?).

Y miren que yo a nuestro padre le puedo decir: “Verá lo que ocurre. Es que esta semana la he empezado el domingo con una guardia 24 horas, y de domingo a lunes no he dormido; mañana tengo juicios de faltas, la semana que viene tengo juicios en la Audiencia Provincial (nada grave: un abuso sexual continuado a una nena de seis años por parte de su padrastro, un homicidio en grado de tentativa y una estafa de dos días), y ya, la siguiente, menos el lunes que tengo que hablar con un abogado por el protocolo de conformidades, el martes que vienen unos policías de la UDYCO para tratar un tema gordo de tráfico de drogas, y el jueves que tengo que sustituir a una compañera en el Juzgado de lo Penal número 6 porque le coincide su día de juicios con los juicios de la especialidad de económicos en la que está, voy a ver si me pongo con el caso de su hijo, sin olvidar que para entonces me habrán traído al menos un carrito de esos que usted ve ahí lleno de causas para despachar, ¿lo ve?». Y él dirá: «Pues vaya fiscal. ¿Pero qué diablos me está contando? Que han asesinado a mi hijo. MI HIJO». Y el hombre tendrá toda la razón. Nos faltan medios, pero de los más importantes. Nos faltan medios PERSONALES. Somos cuatro y el de la guitarra, para que me entiendan. Y esto lo dificulta todo. Y no saben hasta qué punto.

En mi hacer profesional siempre me muevo con dos máximas. En realidad son más, pero imaginen que son como los Diez Mandamientos, que, como saben, se resumen en dos:
– Todos somos iguales ante la ley. (Dejen de reírse. Gracias).
– Para mí este es otro asunto más, pero para este señor (nuestro padre, por ejemplo) es SU asunto.

La primera máxima -que muchos llaman topicazo en toda regla- para nosotros, los fiscales, es esencial. No estoy hablando de casos mediáticos, ojo. No estoy hablando de politiqueos, más ojo. No estoy hablando de políticos, jefes o jefazos, mucho más ojo. Eso nos importa lo mismo que a nuestro pobre padre el señor propietario del bar: nada. O muy poco. Estoy hablando de que si yo tengo a un señor que ha matado a otro y luego tengo a otro señor que ha matado a otro, lucharé por que les condenen a cada uno de ellos a una pena de 10 a 15 años de prisión, sin perjuicio de las posibles peculiaridades del caso, que seguro que las hay (de ahí el abanico penológico). Pero si el artículo 138 del Código Penal dice que el que matare a otro será condenado como reo de homicidio a la pena de 10 a 15 años de prisión, pues vamos con esto para todos. Para que me entiendan mejor: si yo un día celebro un juicio por delito de atentado ante una patada de un señor a un policía y pido que le condenen a un año de prisión, si al día siguiente tengo guardia y se me presenta un señor que le ha dado una patada a un policía, lo que no puedo hacer es archivarlo. Pero esto daría para otro post. Y no me quiero separar del tema.

La segunda es bastante evidente. Un asunto, por muy «tonto» que pueda resultarme a mí, fiscal, por mucho que yo haya llevado 39593273383 delitos de robo con fuerza, por ejemplo, este es el robo con fuerza de este señor. Puede que le roben otro día, pero no creo que lo hagan 39593273383 veces. Y eso en ocasiones se nos olvida. En medio de esta vorágine se nos olvida. Ponemos el chip de robo, le damos al play -cassettes no usamos, tranquilos, aunque algún vídeo sí he llegado a ver, pero VHS, de Betamax nada. De todas formas era una metáfora- y otro robo más. Pero esto es consecuencia de lo mismo: nuestra saturación. No podemos con todo. Que lo escuche quien lo tenga que escuchar. NO PODEMOS CON TODO.

Qué maravilloso sería tener controlados todos los asuntos que llevamos. Qué maravilloso sería poder llevar todos los asuntos desde el principio hasta el final. Desde que en los calabozos de la guardia te traen a uno detenido por una violación, hasta que el Tribunal Supremo resuelve el recurso de casación interpuesto contra su sentencia. Y, por qué no decirlo, qué maravilloso sería tener tiempo para estudiar los asuntos con calma, buscar jurisprudencia, recibir a ese padre, decirle que todo va a salir bien, que vas a estar encima de su caso y que vas a poder dedicarte a él al cien por cien.

Pero la vida no siempre es maravillosa. Y la justicia, entre fax y fax, entre meneo de tóner para aprovechar hasta la última gota por si no hay más -una vez hace cosa de tres años hubo tres meses de lista de espera-, entre esa búsqueda alocada de bolígrafos azules -pero hay verdes, que no cunda el pánico-, y entre tomos y tomos de expedientes con esos archivadores que me paso la vida recomponiendo, muchas veces no es justicia: es más bien injusticia. ¿Y quién me iba a decir a mí cuando juré mi cargo que lo que se impartía aquí no era justicia? Si ya lo decía mi padre: tenía que haber hecho notarías.

Y vemos cosas horribles, las peores atrocidades de las que una persona puede ser capaz. Y vamos ganando nuestras pequeñas batallas diarias, y vamos ganando alguna que otra guerra. Otras veces perdemos. Y seguimos luchando. Algunos nos llaman garantes del principio de legalidad, otros nos llaman parte acusadora, otros comisarios políticos, y otros simple y llanamente vagos, chapuzas e incluso inmortales (porque no podemos pasar a mejor vida, dicen). Pero quiero que quede bien clara una cosa: si un día asesinan a su hijo y pasa a engrosar esos 452 asuntos que se llevan en el Juzgado, a pesar de las guardias, de los juicios, de los mil y un servicios y problemas que tenemos que atender y solucionar, ahí habrá un fiscal para partirse la cara para se haga justicia. Porque ya lo decía Horacio: “La Justicia, aunque anda cojeando, rara vez deja de alcanzar a un criminal en su carrera”.

Rocío Durán

Autora: Rocío Durán. Fiscal en ejercicio (Fiscalía Provincial de Madrid)