En los primeros días del presente mes, saltaba a los medios una noticia que sorprendía por contener elementos un tanto surrealistas y hasta caricaturescos: Un tal Francisco Nicolás Gómez-Iglesias, de unos 20 años de edad, se habría hecho pasar por asesor del Gobierno de España, al parecer, con uso de documentación falsa. El joven, presunto impostor, se habría codeado con las esferas más altas de España utilizando, presuntamente, esa picaresca.

Tras ser detenido, se le puso a disposición judicial y la jueza de instrucción número 24 de Madrid, Mercedes Pérez Barrios, acordó su libertad provisional sin fianza. La propia juez se preguntó “¿Cómo con su mera palabrería y aparentemente con su propia identidad, pudo acceder a las conferencias, lugares y actos a los que accedió sin alertar desde el inicio con su conducta a nadie, por muy de las juventudes del Partido Popular que manifestase haber sido?

Por su parte, el médico forense que examinó al “pequeño Nicolás” (como se le empezó a mencionar en los medios de comunicación), describió en él “una florida ideación delirante de tipo megalomaníaco”

Y entre tanto, esta historia, más propia del género literario de la picaresca del Siglo de oro de las letras españolas, sigue abriendo portadas de prensa y televisión, y copando los comentarios y chascarrillos de las redes sociales.  La novela picaresca surgió como crítica de las instituciones degradadas de la España imperial. Durante el siglo XVII personajes, como el hidalgo pobre que se hace servir por Lazarillo de Tormes, son ilustraciones de este fenómeno en la literatura española. La vida de Lazarillo de Tormes es el comienzo de una crítica de los valores dominantes de la honra y de la hipocresía, arraigados en las apariencias.

Pues bien, volviendo a la historia actual del “pequeño Nicolás”, que ya pasó a disposición judicial como presunto autor de delitos de falsedad documental, estafa y usurpación de funciones públicas, tiene todos los ingredientes para ser considerada como una de esas novelas de la picaresca española.

En el atestado policial se detalló que el imputado había desarrollado una intensa actividad en actos públicos con presencia en ellos de altas personalidades y altos directivos de sociedades financieras. De hecho, consiguió acceder a la recepción de Felipe VI tras su proclamación como Rey.

El auto del juez instructor agrega que se hacía pasar por cargos de la vida política, y haciéndose pasar como asesor de la Vicepresidencia del Gobierno, logró que algún empresario le entregase 25.000 euros con la promesa de que intentaría que el Ejecutivo mediase en la venta de un inmueble propiedad de la víctima. Francisco Nicolás se desplazaba por Madrid en vehículos de alta gama y, en ocasiones, los adaptaba con señales luminosas para simular ir en una comitiva oficial.

Hasta aquí, lo que hemos conocido, hasta la fecha, y ha trascendido a los medios. Pero este caso, también tiene otra lectura: Francisco Nicolás no es, en verdad, el llamado “pequeño Nicolás”: Este joven de 20 años ni es pequeño, ni se llama Nicolás. En realidad el verdadero nombre de este presunto estafador se llama España (o más bien “la nueva rica España”) y tampoco tiene 20 años, es ya una cuarentona curtida en estos nuevos juegos de picaresca.

Ustedes al leer esto, puede que se sorprendan pero si dibujamos, a modo de espejo, las sombras y retazos del “pequeño Nicolás” en la actual sociedad española, dejarán de sorprenderse.

¿Cuáles son los retazos que ha dibujado este chaval en ese espejo que comento? Aquí, les apunto sólo algunos:

1º Nunca le hemos visto (en las fotos publicadas) rodeado de personajes anónimos, antes al contrario, en todas las fotos vistas hasta la fecha, Francisco Nicolás se hacía acompañar de gente “poderosa” (políticos, empresarios, hasta con los propios Reyes de España). He aquí el primer retazo que el espejo de Nicolás destapa: La España cuarentona (la que fue haciendo y tejiendo el llamado “estado del bienestar”) pronto empezó a vestirse también de esos aires de poder. Muchos aspiraban y siguen aspirando a aparentar poder. Llama la atención que muchos de los personajes con los que Nicolás se hacía fotos parecían ser personajes secundarios, oscurecidos por su falso poder.

2º Nunca le hemos visto (en las fotos publicadas) utilizando su aparente poder para ayudar a personas necesitadas, antes al contrario, todo indica que utilizaba sus influencias para medrar y hacer negocios entre políticos y empresarios o viceversa. En España, los casos de tráfico de influencias, malversaciones, cohechos, etc. abundan por doquier y ya no sorprenden las imputaciones de políticos y empresarios por estos delitos. He aquí, el segundo retazo dibujado en el espejo de Nicolás.

3º Nunca le hemos visto (en las fotos publicadas) aprovechando su tiempo libre para acudir a bibliotecas o museos, antes al contrario, eran frecuentes sus andanzas por bares y discotecas de moda, donde derrochaba en caras botellas del mejor champán y otras ostentaciones (aún no se ha demostrado si con dinero propio o ajeno, ni el origen de tal dinero). En España, en la “nueva rica España”, abundan los ostentadores y emigran los investigadores. El champán, los coches de lujo, etc., son las banalidades por las que algunos de los que ahora aplauden al “pequeño Nicolás” también han medrado y hasta “vendido” su dignidad.

Así lo veo yo, estimados lectores, el ahora conocido como “pequeño Nicolás” no es sino un reflejo de esta adulta parte de España, que hace ya años perdió el valor del “Ser”, para dar paso a los infravalores del “tener”, de los aires de grandeza, en definitiva, el espejo en el que se refleja la sociedad de las apariencias…

Carlos-Lacaci

Autor: Carlos D. Lacaci

Abogado y Consultor