En la constante evolución de la estrategia empresarial, el mantra que ocupa a las grandes compañías del mundo es, desde hace unos años, ofrecer un proyecto claro, simplificado en las cacareadas misión, visión y valores. El qué, el porqué y el cómo. Como estas cuestiones, a partir de cierta base científica y toneladas de maquillaje, están a medio camino entre la moda y el dogma, se cree que quien planifique bien los tres elementos arriba mencionados gozará de mayor implicación por parte de sus miembros, tendrá mejor percepción en el mercado y ejercerá mayor atracción -por ejemplo- para captar talento. Gustará más, en suma.

Teorías de ultimísimo sello, impulsadas por las escuelas de negocio y firmas más prestigiosas (1),  que sin embargo no suponen gran novedad. Son una versión sencilla de los principios sobre los cuales vienen funcionando, durante unos cuantos siglos, las principales iglesias. Así, con trazo grueso, las principales corporaciones del mundo intentan emular las prácticas de las organizaciones más longevas del mundo.

Lo mismo hacen, con sus particularidades, los grandes Estados. Dejando a un lado la avanzada decrepitud del imperio norteamericano, a nadie se le escapa el ajedrez geopolítico que juegan chinos, rusos, alemanes, ingleses. Vivimos al abismo, dicen, de grandes cambios en las finanzas, la energía, las telecomunicaciones y otros muchos ámbitos, y los mejores jugadores están tomando sus posiciones. Los menos avezados tendrán que conformarse con ocupar los últimos huecos o, quien sabe, quedarse sin asiento.

Es el caso de España. La falta de proyecto de país suele epitomarse con el desastre de la educación, en cuyo modelo se ha edificado un paro juvenil sólo superado -y no a gran distancia- por Grecia. Siendo gravísimo, el problema educativo es sólo uno de tantos. Sin un plan en instrucción, España tampoco destaca por su plan energético.

MIX ENERGÉTICO ESPAÑA

En este asunto centraré las próximas líneas, evitando caer en alarmismos. No será sencillo, porque decir que España carezca de política energética es escaso. Es aún peor: la política energética española es indigna de un país desarrollado del siglo XXI.

Empecemos, pues, por el principio. ¿Qué es la energía? En términos físicos, capacidad, coloquialmente, poder, y hablando de un país, la fuerza sobre el que articular prácticamente cualquier proyecto económico. Con tan altisonantes términos, cabría pensar que es, no ya uno de los pocos asuntos realmente importantes para un gobernante, sino que debiera ser una de sus grandes prioridades. Imperio de la ley, salud, empleo, energía, educación. Estando éstos en buen estado, apenas harían falta un central decente, un goleador y un mediocentro aseado, en argot futbolero, para tener un equipo de primer nivel.

 Pues bien, basta revisar los programas políticos de los principales partidos en las últimas elecciones para alertarse de la despreocupación de nuestro país por este asunto. Las dos agrupaciones con mayor detalle en la materia son el Partido Popular y Ciudadanos. Y ninguno de los dos superaría el aprobado en un Estado medianamente entendido en la materia. El del Partido Popular, aparentemente repleto de propuestas, se refiere fundamental a la factura eléctrica, habla de la “necesidad de una minería competitiva y de futuro” (sic), promete el mantenimiento de la producción nuclear y se refiere a la necesidad de “potenciar las energías renovables”. Signifique esto lo que signifique.

En términos igual de vagos se expresa Ciudadanos. quien dedica los capítulos 14 y 15 de sus diecisiete epígrafes electorales (muy significativo del papel de reparto que tienen en su ideario) a “Energía” y “Medio ambiente”. Aunque despachan ambos asuntos sin demasiada tinta, tiene mucha miga el impuso de “un Plan Estratégico de Transición Energética, que promueva un nuevo modelo basado en las energías renovables, el autoabastecimiento y el ahorro energético”. Si la política energética española queda en manos de los autores de esta frase, más vale cerrar el BOE y utilizar el dominio web para retransmitir en bucle programas de Martes y trece, La hora chanante y los Monty Python.

 El asunto minero que menciona el PP, que por supuesto figura también en el programa del PSOE, tampoco se queda lejos en clave humorística. Por lo demás, es una broma de mal gusto al bolsillo del contribuyente, y choca frontalmente con los compromisos internacionales de protección medioambiente de los que España es parte.

 El mix energético debe enfocarse pensando en el largo plazo, y ahí no hay cabida (por volumen productor y por consideraciones de salud pública) para la minería española. Hoy, petróleo y gas natural son las principales fuentes de energía primaria del país, representando casi dos tercios del total según el último informe del Ministerio de Industria, Energía y Turismo (2). Los principales indicadores del sector hacen pensar, a veinte años vista, que el papel del petróleo apenas se verá alterado, mientras que el gas natural ganará protagonismo gracias a los enormes volúmenes descubiertos en los últimos años (gas esquisto, gas pizarra o shale gas), a su menor contaminación y a sus economías.

ENERGÍA PETROLEO

 ¿Dónde está España en cuanto a gas natural? Por herencia recibida, en una posición interesante. Enagás, operador monopolístico del sistema gasista español, es un referente mundial en infraestructuras de transporte de la susodicha materia. Hoy, recae en sus manos expertas determinar si los almacenes subterráneos de gas son tan seguros como rentables. El susto de Castor, en 2011, frenó una serie de proyectos que redundarían en una mayor seguridad de suministro en España.

 Además del almacenamiento, ¿produce gas España? Apenas nada. Además, como somos más inteligentes que nadie, en los últimos años diversas comunidades autónomas se han apresurado a prohibir la exploración de las reservas de gas pizarra en su subsuelo. Me refiero, por supuesto, al demonizado fracking, la fractura hidráulica para extraer gas retenido en diversas capas geológicas. Nadie ha entrado en mucho detalle con el asunto, con cuatro eslóganes y tres videos de Youtube se ha determinado que el fracking es tan malo como fumar, José Mourinho o las guerras. Tampoco ha hecho el Gobierno mucho por cambiarlo, nada que ver por ejemplo con las campañas informativas lanzadas, por ejemplo, en el Reino Unido (3) para explicar las mencionadas técnicas, subrayando también en el impacto positivo sobre el empleo, el coste de la energía o la calidad del aire (ventajas que no reúne el carbón leonés, por citar una alternativa).

 Por terminar con una nota de cierto optimismo, sí hay que apreciar la propuesta del partido del Gobierno (en funciones) acerca de conservar la capacidad nuclear del país. Ante la delicada coyuntura económica del país, puede aceptarse esta solución como un mal menor. No obstante, España debe tomar iniciativas valientes en materia nuclear.

 Pasada la desgracia de Fukushima, a la que siguió una revisión mundial de los estándares de seguridad de las instalaciones nucleares, a nadie se le escapa que se trata de uno de los recursos más estables, económicos y de bajas emisiones (4). Lo nuclear es limpio. Y, además, aumenta la independencia energética. Como se indicaba arriba, hoy por hoy las fuentes de energía primaria españolas son el petróleo y el gas natural. Ninguna de las dos es, sin embargo, de origen nacional. La primera, irremediable por naturales motivos; la segunda, con arreglo si se permitiere su exploración. A éstas, convendría añadir producción en la fuente que sí es propia: la energía nuclear. Aumentaría la seguridad de suministro energético del país, disminuiría los costes del mismo e iría en línea con los muy exigentes compromisos medioambientales globales, que no harán sino endurecerse en los próximos años (5).

 Así, como fin a esta pieza agridulce, el panorama energético español es extremadamente oscuro. No por malos augurios, sino por la falta de ideas de los gobernantes y principales actores económicos. Urge tomar decisiones atrevidas: sumarse a la vanguardia en la exploración y producción de combustibles fósiles (gas natural), tornar la política de parálisis y desmantelamiento en iniciativa para situarse entre los principales productores de la futura Unión de la Energía europea (energía nuclear). España, ariete geográfico de Europa y nexo con la efervescente África, no puede conformarse con mantener su precaria situación energética. Es mucho pedir a un país que lleva demasiado tiempo sin proyecto geopolítico, pero es lo mínimo que debemos exigirnos como españoles.

 

(1) Misión, visión y valores: https://hbr.org/2014/09/your-companys-purpose-is-not-its-vision-mission-or-values

(2) La energía en España 2014: http://www.minetur.gob.es/energia/balances/Balances/LibrosEnergia/La_Energ%C3%ADa_2014.pdf

(3) Guidance on fracking: https://www.gov.uk/government/publications/about-shale-gas-and-hydraulic-fracturing-fracking/developing-shale-oil-and-gas-in-the-uk

(3) Folleto con principales datos: https://www.gov.uk/government/uploads/system/uploads/attachment_data/file/374718/Shale_in_Plain_English_booklet_Web_Final.pdf

(4) Realising the vision for a new fleet of nuclear power stations: https://www.gov.uk/government/speeches/realising-the-vision-for-a-new-fleet-of-nuclear-power-stations

(5) Calculadora de la energía en 2050: http://2050-calculator-tool.decc.gov.uk/#/calculator

 Autor:  Luís Manuel Teira Otero.  
Jurista. Comercio y transporte internacional de crudo y productos petrolíferos
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