Quedan pocos días para que el 23 de junio se lleve a cabo el referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea.

La posibilidad del Brexit, significa mucho más que un juego de palabras entre Britain y Exit. Efectivamente, el Brexit o la salida de Reino Unido de la Unión Económica Europea, tendría consecuencias no solo para para el propio país sino también para los Estados miembros de la Unión Europea.

Antes de entrar a valorar las posibles consecuencias que acarrearía esta nueva realidad dentro y fuera de la Unión Europea, es importante reparar en los objetivos sobre los que se construyó esta organización internacional cuyos principios fundamentales se basaron en el avance de la paz y la reconciliación, la democracia, y los derechos humanos.

Es indudable el gran esfuerzo realizado, tanto por los Estados fundadores (Francia, RF Alemana, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo) que trabajaron en la ardua y compleja labor de reconstrucción a todos los niveles, tras la Segunda Guerra Mundial, como por el resto de Estados miembros que fueron adhiriéndose después a esta organización supranacional, formada en la actualidad por 28 países europeos soberanos independientes.

Con el Tratado de Lisboa los Estados firmantes se comprometieron a garantizar las libertades y los principios enunciados en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, cuyas disposiciones son jurídicamente vinculantes. Se aspira con ello al reforzamiento de unos objetivos comunes, articulándose mediante el Tribunal de Justicia Europeo, para la correcta aplicación de los derechos fundamentales, mediante un proceso que garantice la legitimidad, eficacia, transparencia y democracia dentro del espacio común europeo y con principios basados en la libertad, seguridad y justicia.

Irlanda, Reino Unido y Dinamarca prorrogaron ciertas disposiciones del Tratado. En algunas cuestiones concretas mostraron sus reservas. Aspectos referentes a la justicia, libertad y seguridad, sobre los que prefirieron mantener sus propias normativas nacionales.

A la crisis económica y política que existe internamente en muchos países europeos, hay que sumar también una no menos importante crisis institucional y de confianza sobre las propias bases y estructura organizativa de la Unión Europea. Tal y como publicamos hace unas semanas, en otro artículo titulado: ¿Hacia dónde se encamina la Unión Europea? https://neupic.com/articles/hacia-donde-se-encamina-la-union-europea , es probable que en el Reino Unido haya calado también la desconfianza por algunas de estas razones: «…Un conglomerado de países con intereses, en ocasiones, demasiado contrapuestos. Falta de criterios de unidad real en temas clave como la seguridad, la justicia o la economía…»

Ahora bien, aún reafirmando lo anterior, seguimos opinando que hay más razones de peso para la permanencia en la Unión Europea del Reino Unido o de cualquier otro Estado miembro, que razones que justifiquen o compensen una posible salida de la Unión de aquellos países.

Entre esas razones,  apuntaríamos a las que suelen indicarse en sentido opuesto por los partidarios del Brexit. El incesante incremento de la inmigración, o el terrorismo internacional, por poner dos de los temas candentes. Ante estos asuntos ciertamente preocupantes, el peor escenario posible sería el hecho de tener que combatirlos sin medios o ayuda internacional. Por muy buena organización y seguridad internas con las que cuente un país, si permaneciera aislado a nivel supranacional o dando la espalda a los acuerdos internacionales sobre seguridad u otras cuestiones relevantes, sin duda, ese país, sería mucho más vulnerable.

Por último, habría otro tipo de razones, como las que apunta la abogada Adriana Rodríguez Delgado (ver aquí: https://youtu.be/Y9YRaUJyic4

Desde esta otra perspectiva, habría que destacar los compromisos adquiridos, dentro del plano contractual u obligacional y cuyo cumplimiento también se debería reclamar de cualquier Estado miembro que quisiera abandonar la Unión Europea, en este caso del Reino Unido.

Tal y como destaca la abogada Adriana Rodríguez, en el supuesto de prosperar el Brexit y, según ha declarado el Ministro británico de Finanzas, George Osborne, se sometería un presupuesto de urgencia al Parlamento que supondría una subida de los impuestos y una reducción del gasto público en áreas tan necesarias como la educación. Si bien es verdad que algunos diputados del propio partido conservador se opondrían al mismo, lo más probable es que con el apoyo de la oposición laboralista saliera adelante. George Osborne asegura que el país se encontraría sin ningún plan de viabilidad económica y con años de incertidumbre financiera.

Por  otra parte, desde la Unión Europea, la consecuencia más evidente consistiría en que el Reino Unido dejaría de beneficiarse de la libre circulación de personas y mercancías. En cuanto a la libre circulación de personas, España, para la que el turismo es un sector importante, se vería directamente perjudicada ya que el principal emisor de turistas es, precisamente, Reino Unido. Respecto a la libre circulación de mercancías, las exportaciones e importaciones se encarecerían.

En definitiva, Reino Unido sería el más perjudicado por el Brexit, dañando la propia economía interna, como a la inversión extranjera.

Es cierto que el propio Tratado de Lisboa habilita para el supuesto de que uno de los países miembros quiera abandonar la U.E. Así lo establece el artículo 50 del Tratado, prescribiendo en su primer apartado que «todo Estado miembro podrá decidir, de conformidad con sus normas constitucionales, retirarse de la Unión.»

También es cierto que el Reino Unido, no ha firmado todas las disposiciones del Tratado y que, por tanto, no ha asumido el total de los compromisos que sí han ratificado otros Estados miembro.

Pero, por encima de estas cuestiones, sin entrar a valorar ahora el resto de obligaciones legales por las que podría exigirse responsabilidades a U.K. por retirarse de la U.E., sí parece poco ético y estético el hecho de permanecer en cualquier organización cuando las cosas marchan bien y querer salir de la misma cuando aparecen problemas.

Autores: Adriana Rodríguez Delgado – Abogada
Carlos D. Lacaci – Abogado y Consultor