Es un placer para mí aceptar la invitación de Lacaci Abogados para publicar en su blog mi breve reflexión sobre el significado actual de la Justicia, dentro de este complicado mundo que habitamos.

Algo o alguien ha de poner coto o remedio a nuestros desmanes y egoísmos, a nuestros errores y excesos, a nuestras maldades.

Las imperfectas e inseguras criaturas que somos producimos un sinfín de situaciones injustas que, de prosperar sin freno, harían el planeta más inhabitable aún de lo que ya es.

Lo ideal sería una voz infalible y superior que convirtiera en justa y honorable cualquier situación injusta. Pero no es así. Nosotros mismos, los culpables de las injusticias, somos los que a través de los que se dedican a defender leyes y derechos administramos las rectificaciones a los hechos torcidos.

Y así va esto.

Estudié un par de cursos de la carrera de Derecho. Abandoné. Me ahogaba pensar en tanto papel y contra papel para hacer brillar la verdad. Para restituir la bondad tras haber sido quebrantada.

En el diccionario hay dos palabras clave, básicas, la bondad y la maldad. Se está de un lado o de otro. Se es de una u otra manera en cada lance. En cada camino. En cada proyecto. Y, a veces, en cada completa biografía.

Legiones de abogados, sepultados en legajos, códices, códigos, estatutos, leyes, constituciones, tribunales y demás pleitean y defienden posiciones encontradas. Ganan y pierden. Ayudan u obstaculizan. Se conservan limpios o se venden.

Alrededor de todo ello han crecido grandes gabinetes, despachos, ´lobis´, grupos de influencia y otras muchas variantes.

He conocido a abogados que me pidieron dinero para un juez. A otros que se dejan la piel tras la verdad sin nada a cambio. Y a Perry Mason. Y al Quijote. Y a Curro Jiménez.

Restaurar una situación injusta admite toda posibilidad real o cinematográfica.

¿Qué motiva el delito? La ambición, la maldad, el miedo…

¿A qué velocidad se mueve hoy el delincuente? A toda la que le permite ahora la celeridad de las gigas y más; ¿Y la justicia? Al ´tran tran´ de los tiempos procesales y la escasez de medios.

Dicho esto… ¿por qué se representa a la Justicia con los ojos vendados?  ¿Por su obligatoria equidad ante poderosos y débiles? ¿O porque harta de cicatrices y engaños ya no desea ver lo que “el humano” hace con ella?

Como jamás me respondí satisfactoriamente a esta pregunta, me dediqué al espectáculo. Al teatro. Que asume la innegable honradez de reconocer desde que arranca que su base es mentir, con más o con menos arte. Desde que se alza el telón.

Pero allí, en serio, nadie roba a nadie, ni le mata, ni le estafa. El lío está en la calle. Cuando cae el telón. Cuando todos fingimos una honestidad y falta de culpa que escasea más cada minuto.

Autor: Pedro Ruiz Céspedes
Presentador de radio y televisión, actor, escritor, cantante, humorista
(A partir del 7 de octubre, en el teatro Amaya de Madrid, con la obra “Confidencial”)