Y, al fin, Felipe VI, el Rey de España, tal y como prescribe nuestra norma suprema y el protocolo institucional, pronunció la frase tan esperada en este largo impasse sin haber gobierno de la nación.

Así fue, tras un breve discurso de, a penas, veinte minutos, en presencia de los diputados y senadores, y de otras autoridades en representación de las diferentes instituciones del Estado, el Rey, finalizó su alocución diciendo: «Declaro abierta la duodécima legislatura»

La presente legislatura seguramente sea, ya lo he escrito en otros artículos anteriores, la más compleja desde el periodo de la Transición. Y, lo será, por varios motivos. El principal, trae causa en lo muy fracturado que se encuentra el parlamento. A su vez, las causas que han llevado a esta evidente fractura política y, quizá también social, responden a un cóctel motivado por una tormenta casi perfecta en forma de crisis económica, pérdida de valores, abusos de poder y corruptelas cometidas desde diferentes estamentos e instituciones públicas y privadas. Demasiadas imperfecciones como para poder remar juntos en un país con demasiado ruido y con algunas heridas del pasado que, algunos, pretenden no cerrar jamás.

Pues bien, en mitad de todo este estruendo, muchas veces amplificado por intereses partidistas y, otras, alimentado por los extremistas, hemos asistido a un discurso cargado de palabras sensatas y de muy buenas intenciones por parte del jefe de Estado. Efectivamente, lo que escuchamos en el acto solemne de la apertura de la XII Legislatura va más allá de unas simples frases leídas por quien está llamado a arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones y ejercer la más alta representación del Estado español, según las propias funciones que la Constitución encarga al hoy Rey de España, Felipe VI.

El mensaje del Rey hizo hincapié en la necesidad de dialogar para lograr acuerdos en pro del interés general. Recordó que la falta de entendimiento, sin lograr acuerdos de investidura tras las pasadas elecciones, llevó a generar «inquietud y malestar en nuestra sociedad, desencanto y —por qué no decirlo— distanciamiento de nuestra vida política en muchos ciudadanos, y preocupación en nuestros socios y aliados.» Un aviso a navegantes, pensando en unas terceras elecciones tras una posible legislatura fallida por la falta de entendimiento entre los diferentes grupos parlamentarios.

También volvió a recordar uno de los asuntos que más daño ha hecho a nuestro país en los últimos años: La corrupción, «que ha indignado a la opinión pública en todo nuestro país y que siga siendo combatida con firmeza para que llegue a ser un triste recuerdo de una lacra que hemos de vencer y superar».

Por otra parte, Felipe VI recordó, una vez más, a las víctimas del terrorismo y a quienes, a lo largo de muchos años han sacrificado sus vidas por la democracia en España: «Insto a los ciudadanos a trabajar por una democracia por la que han dado su vida cientos de españoles a lo largo de muchos años; Una democracia, Señorías, por la que a lo largo de muchos años, han dado su vida cientos de españoles, víctimas del terrorismo. Por ello, tampoco nunca podremos, ni debemos, olvidar a las víctimas y a sus familias, que merecen nuestro recuerdo, todo nuestro respeto y la mayor dignidad, ha señalado.»

Felipe VI - Rey de España

Conviene reseñar también las palabras con las que el monarca inició su discurso, a mi modo de ver, constituyen los principios fundamentales sobre los que se debe sustentar y mantener nuestra ya no tan joven democracia. Estos pilares, bajo los que Felipe VI pretende tal fin, son los que él mismo definió como los tres compromisos de la Corona.

«Hoy, como en el día de mi proclamación, quiero reafirmar aquí, ante Sus Señorías y ante todos los españoles, tres compromisos de la Corona:

-En primer lugar, su compromiso con los ciudadanos; pues la Corona tiene su razón de ser en el servicio a todos los españoles y en el ejercicio de sus funciones constitucionales, desde la neutralidad política y la independencia, persiguiendo siempre y en todo momento el interés general.

-En segundo lugar, su compromiso con nuestra democracia; con los valores de la libertad, la igualdad, la justicia y el pluralismo político; y con los principios que fundamentan nuestro régimen constitucional: la soberanía nacional, la separación de Poderes y el Estado de Derecho.

-Y finalmente, su compromiso con España; una gran Nación enriquecida por su diversidad a lo largo de los siglos, y de la que el Rey, como Jefe del Estado, es símbolo de su unidad y permanencia.»

Estoy convencido de que, bajo el cumplimiento de estos tres compromisos de la Corona y, trabajando juntos todos los españoles a favor de tales fines, seguiremos disfrutando por muchos años, incluso mejorando, la libertad y la prosperidad que hemos logrado ya para este gran país, que es España.

Autor: Carlos D. Lacaci
Abogado y Consultor