Agradezco la oportunidad que nos brindan desde el blog Lacaci Abogados para escribir este artículo donde analizo la situación política actual de España y cómo veo el futuro para nuestro país.

Creo que era Churchill el que decía que un político se convertía en un estadista cuando dejaba de pensar en las próximas elecciones y se ponía a pensar en las próximas décadas. Me temo que España tiene una severa crisis de estadistas.

La situación política de nuestra nación, y la de su entorno, está atravesando una convulsión histórica de una dimensión todavía difícil de evaluar, y una gran parte de los españoles asiste atónita a la ceremonia de la confusión creada por los líderes políticos actuales, envueltos en debates sobre guerras de otros siglos, o astutas maniobras para arrinconar al adversario y buscar el mayor y más rápido rédito electoral. Políticas de dossiers secretos, de manejos en la sombra de los grandes medios, de conspiraciones y conspiranoias. Se diría que viven una pequeña realidad paralela, cada vez con menos credibilidad y atención por parte de los españoles de a pie.

Mientras, el golpe separatista sigue en marcha; la Unión Europea cruje ante una crisis sin precedentes, que amenaza su misma existencia; la presión fiscal ahoga la lenta recuperación, el gasto político, junto a la deuda, se dispara y los enemigos de la convivencia, o los amigos de los totalitarismos, se frotan las manos, codiciosos, porque siempre han creído que cuanto peor, mejor. No es un escenario idílico, la verdad. Y sin embargo hay motivos para la esperanza.

Las nuevas tecnologías y las redes sociales cambian día a día la estructura social, económica y cultural de nuestro país. Por supuesto que también traen nuevos debates y nuevos problemas, pero lo más importante es que su aparición ha pulverizado el control de la opinión pública que, en nombre de esa monstruosidad llamada corrección política, estaba ahogando la libertad de expresión y el libre intercambio de ideas. Es una buena noticia que los españoles podamos debatir sin pedir permiso a los grandes medios, y sin pedir perdón por nuestras opiniones, por extravagantes que parezcan. Gracias a esas redes, por ejemplo, se consiguió una primera victoria frente al golpe separatista.

Los principales partidos nacionales trataron de neutralizar la indignación de los españoles ante la debilidad que mostraba un gobierno frente a un golpe que había sido largamente anunciado. Pero no pudieron, se llenaron los balcones de banderas y las plazas de gente abanderada. Como dijo un ilustre columnista de ABC, aquellos días comprobamos que la nación estaba viva. Desde Vox, con nuestros muy limitados medios, ya habíamos emprendido una batalla judicial contra el golpe en la que conocimos, (y seguimos conociendo) a excelentes profesionales de todas las escalas de la administración, desde las FCSE hasta la magistratura, demostrándonos que también ahí estaba viva la nación. Otros motivos para guardar esperanzas.

El problema es que lo urgente resta tiempo de lo importante. Que mientras gastamos nuestras energías en detener los planes de quienes pretenden acabar con la convivencia y con la unidad nacional, (o con la libertad, desde partidos neocomunistas o filo etarras) no podemos afrontar los grandes problemas que aquejan a nuestro proyecto común: hay que desmontar una administración territorial que sólo ha servido para endeudarnos y enfrentarnos; hay que recuperar la libertad económica superando el infierno fiscal; hay que desarticular toda organización cuyos fines sean la subversión constitucional; hay que reducir drásticamente el gasto político; hay que atender al problema demográfico protegiendo la vida y la familia; hay que garantizar unas fronteras seguras dentro de una Europa segura, que nos respete; hay que detener el proceso de islamización del continente; hay que defender nuestra soberanía de los que pretenden romperla y de quienes desean disolverla; hay que velar por la libertad de cátedra histórica; hay que garantizar el uso del español en todo el territorio, pero especialmente donde ha sido perseguido por razones de odio político…

Hay, en fin, que ponerse a pensar en las próximas décadas, porque ninguno de estos problemas se resuelve solo, como por desgracia alguno se ha empeñado en creer. Yo no tengo soluciones mágicas. Pero creo firmemente que los problemas se resuelven cuando se encaran con valor y decisión, no cuando se eluden. Creo también que hay que regresar a un lenguaje comprensible para los españoles, que ya basta de palabras huecas que esconden el propósito de plegarse siempre al poderoso. Debemos desterrar de nuestro horizonte los planes totalitarios de unos pocos (porque son pocos, aunque sean poderosos sus aliados mediáticos y económicos). Después, tengo el convencimiento de que los españoles volveremos a ponernos de acuerdo en lo importante. Y, sí, permítanme el guiño, haremos a España grande otra vez.

Autor: Santiago Abascal Conde
Presidente de Vox