Dentro de cinco días celebraremos la Fiesta de la Navidad. Desde hace algunas semanas, las calles, los comercios y los hogares de muchas familias se han vestido, como cada año por estas fechas, con luces y adornos navideños. Las empresas también nos recuerdan, con sus campañas de publicidad, que estamos en vísperas de tan señalada festividad.

Sobre lo anterior no encontramos novedad alguna respecto a las costumbres y tradiciones más o menos arraigadas en España y en otros muchos países para recibir la nativitas de Jesús de Nazaret. Sin embargo pienso que esta Navidad será diferente, no por las tradiciones y costumbres arraigadas, sí por el cambio de mentalidad sobre las costumbres a las que ahora me referiré y que no están relacionadas con la propia celebración de aquélla.

En este año que ahora va terminando son varios los hitos habidos en España y en el mundo que marcarán un antes y un después en el devenir de los tiempos y de la propia Historia. Si añadimos algunos de los acontecimientos sucedidos en el últimos años, podré explicar con mayor claridad en qué apoyo mi argumento para sostener que esta Navidad será diferente para cada uno de nosotros y para nuestra sociedad en conjunto.

Antes de apuntarles cuál creo yo que serán las nuevas costumbres que vendrán para quedarse con el final de este año y comienzo del Año Nuevo, clarifiquemos qué es una costumbre. Según la Real Academia, el significado del término costumbre es: “Hábito, modo habitual de obrar o proceder establecido por tradición o por la repetición de los mismos actos y que puede llegar a adquirir fuerza de precepto”

Pues bien, si nos fijamos en los hábitos o modos de obrar que se han ido sucediendo en nuestro país, a lo largo de estos años, y también en otros países de nuestro entorno, por parte de las sociedades e Instituciones en su conjunto (teniendo en cuenta el riesgo que siempre comporta generalizar), nos daremos cuenta que se han ido consolidando varias costumbres que, ahora, desde la perspectiva del paso del tiempo y bajo un contexto económico, político y social, todos tachamos como de malas costumbres.

Evidentemente, tras una muy larga crisis económica como la que hemos padecido (y seguimos padeciendo) hemos podido vislumbrar, ya con mayor claridad, lo que las oscuras y malas costumbres no nos dejaban ver ni comprender. Me refiero a esos hábitos, a la repetición de unos mismos actos que, al final, hicieron (y han hecho) que países enteros hayan quedado al borde de la quiebra, que sociedades enteras hayan quedado casi huérfanas de líderes y referentes políticos que les gobiernen y guíen por el recto camino de la transparencia y la responsabilidad, en definitiva, unas malas costumbres que han destruido muchos principios y valores, necesarios para que cualquier sociedad pueda sentirse segura y orgullosa de sí misma y no paralizada y avergonzada por sus propios malos hábitos.

Sin embargo, aunque muchas costumbres se consoliden, y los juristas conocemos que sirven como fuente de creación de normas (en países anglosajones la Costumbre es fuente principal del Derecho, por encima, incluso de la propia ley escrita), igual que el Legislador se ve obligado en muchas ocasiones a corregir ciertos comportamientos mediante la creación de nuevas leyes o reformar las ya existentes, también los ciudadanos de forma individual y, sobre todo, las sociedades en su conjunto, pueden modificar sus hábitos y comportamientos para modificar o corregir una mala costumbre.

Esta es mi visión y, sobre todo, mi deseo para esta Navidad, para el año que dejamos atrás y el nuevo año que está cerca de comenzar. Cuando nos reunamos en estas fechas con las familias, cuando conversemos con amigos y colegas del trabajo, cuando tengamos la ocasión de transmitir un mensaje a los demás, intentemos transmitir que son necesarias nuevas costumbres para nuestra sociedad, qué hay que desterrar, de una vez por todas, los malos hábitos que nos han hecho (y siguen haciendo) padecer y sufrir, no ya por esta profunda y grave crisis económica, sino por una grave y seria crisis de pérdida de valores.

Crear leyes, cambiarlas o reformarlas es relativamente sencillo. Únicamente se necesita el consenso del Parlamento y el Legislador se pondrá a ello. De hecho, durante estos últimos años hemos visto crecer y multiplicarse el número de leyes (la llamadahipertrofia legislativa) y reformas legislativas en pro de intentar conseguir un mejor estado del bienestar para los ciudadanos, para intentar corregir excesos y adaptar normas a los nuevos comportamientos y realidades de la sociedad. Pero está comprobado que, por muchas leyes que se aprueben, si los comportamientos sociales no cambian previamente, es ardua tarea (por no decir imposible) que esas mismas leyes puedan corregir por sí solas dichos usos y comportamientos sociales.

Mientras sigan existiendo costumbres y usos sociales que se basen en la corrupción, en la falta de respeto a los derechos fundamentales de las personas, en el abuso de losDerechos Humanos o en otros malos hábitos similares, no habrá ley en el mundo que pueda terminar con dichas conductas (si acaso, podrá atenuarse, mediante coacción al castigo) y nuestras sociedades no podrán sentirse orgullosas ni libres.

Hace unos días conocimos un hecho histórico entre dos países: Después de casi cincuenta años de distanciamiento político y comercial entre los Estados Unidos de América yCuba, gracias a la diplomacia y gestiones de alta política entre ambos países y, sobre todo, a la mediación del Santo Padre, Papa Francisco, para acercar posturas en dicho contencioso, se anunciaba el desbloqueo comercial de EE.UU a Cuba y la vuelta a la normalidad en las relaciones político-comerciales entre ambos países.

Lo anterior, al igual que otros importantes ejemplos de nuestra Historia (abolición delapartheid, caída del muro de Berlín, etc.) también tuvo su origen en la repetición de unos mismos actos y comportamientos humanos que llegaron a adquirir fuerza de preceptos. La grandeza de la costumbre es que cambiando esos comportamientos, los hombres, las sociedades, son (somos) capaces de derribar preceptos injustos y modificar malas costumbres por buenas.

En esta Navidad muchos seguiremos con la tradición de celebrar y recibir el nacimiento de Jesús, festejando estas fechas en compañía de nuestros seres queridos y despidiendo el año que termina con la ilusión y el deseo de que el Nuevo Año traiga salud y prosperidad.

Esto es lo que deseo para todos ustedes y para todas las sociedades del mundo. Y esto, también es costumbre.

Carlos-Lacaci

Autor: Carlos D. Lacaci

Abogado y Consultor